Como ya he comentado, este ciclo escolar significó para mis hijos y para mi un retorno a la educación en casa. También significa que este camino ahora lo recorro en compañía de amigas entrañables unas de tiempo atrás y otras que he conocido en este tiempo.
Quien ha estado con niños y adolescentes en casa todo el día, ya sea por enfermedad o porque no hay clases en las escuelas, sabe que puede resultar agotador, demandante y caótico. Muchas veces cuando comento que mis hijos se educan en casa recibo miradas de extrañeza, incredulidad y comentarios como "yo no aguantaría a mis hijos todo el día".
Parto del hecho que aun cuando hay momentos en que pierdo la paciencia y que al final del día llego casi a rastras. En general yo no "aguanto" a mis hijos, convivo con ellos, los acompaño en su crecimiento y desarrollo y los guío hacia caminos que consideramos los adecuados para nosotros como familia.
Sin embargo, recorrer este camino en compañía de otras mujeres, amigas, con las que compartimos las altas y bajas de este estilo de vida, hace que la experiencia sea mucho más ligera. Cuando tenemos Salidas de Campo no solo los chicos conviven, también nosotras y al comparar notas, compartir experiencias o expresar preocupaciones o frustraciones estamos "espejeando", estamos revalorando las decisiones que tomamos.
Las mujeres siempre hemos dependido de un grupo desde el principio de las sociedades humanas. Las mujeres trabajamos en equipo, compartimos y nos ayudamos porque eso significaba y aun significa la supervivencia de nuestra cría, y por ende la del grupo al que pertenecemos. En qué momento perdimos esta capacidad de cooperación y nos transformamos en entes altamente competitivos? En qué momento dejamos de apoyarnos para volvernos nuestras peores críticas? Este es un tema de larga discusión pero lo que yo quiero expresar es que cuando regresamos a nuestras raíces, cuando las mujeres tomamos el control de lo más cercano a nuestro corazón, en este caso nuestros hijos, podemos trabajar en cooperación para conseguir un bien común y un resultado mucho más efectivo que si lo hiciéramos en soledad.
De las enseñanzas intangibles que aprenden los chicos cuando salimos en grupo es ver, de primera mano, como los adultos trabajamos en cooperación, como las mujeres tomamos roles parciales de forma que los objetivos se logran eficientemente y con menor esfuerzo individual.
La educación en casa no solo le ha dado a mis hijos múltiples oportunidades: desde descubrir sus habilidades hasta encontrar gustos, aprender la cooperación entre hermanos y desarrollarse a su propio ritmo. También me ha permitido a mi encontrar un ritmo más natural a mi condición de mujer, me a permitido encontrar esa forma de trabajo cooperativa y de soporte mas propia de los círculos de mujeres y no de la competencia masculina. De sobra se que las alianzas hechas por mujeres suelen ser mucho más duraderas y sólidas y eso también hace que la educación en casa sea más ligera, mas divertida y mucho más diversificada .